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El problema está en la raíz

El abandono de las raíces ha producido una lógica relativista superficial y sin sentido.

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Durante más de sesenta años, lo que se ha llamado la derecha radical ha estado a la vanguardia del pensamiento y a menudo de la práctica. Durante más de treinta años, se ha extraviado y -excepto algunas excepciones tranquilizadoras- no solo ha pasado a la retaguardia, sino que ha caído en algo burdo, grotesco y a menudo psicológicamente perturbado.

No tengo la intención de analizar los contenidos, elecciones y orientaciones de este ámbito, ya que lo he hecho varias veces y está sintetizado en “¡Adiós a la derecha terminal!”.
Más bien, quiero hablar de los principales errores de enfoque hacia la realidad que siempre determinan posiciones y proyectos equivocados, independientemente del entusiasmo de algunos por algún estadista extranjero o por un escenario imaginario. Hay notables diferencias cualitativas en las elecciones de inchas, pero de todos modos, incluso cuando son aceptables, siguen siendo irreales y sin futuro.

El primer defecto esencial radica en nunca poner una patria, una idea y un proyecto ideal como eje de cada elección y fundamento de cada análisis.

Si digo que mi enraizamiento nacional-revolucionario se basa en mi pueblo (el italiano), en la creación de una patria como nunca se ha visto (Europa) y que mi proyecto es crearla o favorecer las posibilidades de hacerla autónoma y poderosa, es sobre esa base que debo tomar mis decisiones y definir mis orientaciones.

Y, en consecuencia, reflexionar sobre Putin, Biden, Trump, la OTAN, los BRICS. Luego se puede diferir en los análisis, pero el valor fundamental sobre el que se deben elaborar debe ser ese. Si no es ese o, peor aún, si no existe en absoluto, ya no tiene ninguna función política o ideal.

Sin embargo, si hablo desde la frustración, el desencanto, la amargura y destaco solo todo lo que va mal a mi alrededor, identificándome así con Brecht que propone abrir las puertas de la ciudad al enemigo, quienquiera que sea, para que él vengue mis fracasos sociales, económicos, sexuales, relacionales, estoy haciendo exactamente como Efialtes en las Termópilas. Pero esto no es una elección política, es la típica frustración existencial de las nulidades.

Del primer defecto, es decir, la falta de algo que vaya más allá de los problemas existenciales de un individualista amargado, surge un segundo que es la pasividad total, la incapacidad de expresar una alternativa, un defecto que se articula en dos consecuencias fatales inmediatas.

La primera es que mental y emocionalmente nos alineamos con los abusos de Putin, Biden, Netanyahu, Hamas, los ayatolás, con variantes dictadas por nuestras depravaciones, pero nunca exponemos o construimos algo propio, autónomo, centrado.

La segunda es que, en ausencia de una línea propia, para flotar nos aferramos a una boya, que es la de nuestra auto-gratificación ya que seríamos los únicos que lo entendimos todo. Con este fin, deformamos en una abstracción grotesca lo aprendido de la sabiduría detrás de la lógica retrospectiva y lo transformamos en una conspiración por la que unos pocos malvados estarían en la raíz de todo y manipularían todo a espaldas de los ciudadanos ignorantes, inocentes y engañados. Nuestra tarea sería entonces informar a estos pobres ciudadanos de la verdad que hemos comprendido (¡lo cual es evidentemente falso!) y que, quizás gracias a Putin o al ISIS, terminará emergiendo mientras caen los malvados que, aquí y no se sabe por qué nunca en otro lugar, viven solo gracias a la mentira.
Con eso, estamos directamente listos para el manicomio.

Pero no es suficiente: esta violencia ejercida hacia la retrospección es lo peor que se puede practicar para que esa deje de ser creíble. De hecho, desde hace décadas existen verdaderas organizaciones que dependen de las grandes inteligencias, en particular estadounidenses, que queman las noticias verdaderas mezclándolas con otras groseramente falsas y, sobre todo, expresándolas en el cretinismo conspirativo que luego, confiado a charlatanes como muchos de nosotros, completa la obra.
En otras palabras: no hay nada más estabilizador para el sistema que el antagonismo tonto.

Pero el antagonismo, incluso en los raros casos en que no es tonto, está distorsionado desde el principio. Porque es un anti, ni más ni menos que el antifascismo o el antipatriarcado. Cambian los objetivos del anti, pero de todos modos, de él se deriva una no identidad política porque no hay afirmación, sino que se califica por negación. El opuesto exacto de toda la síntesis propositiva de la memoria mussoliniana.

Por ahora me limito a las consideraciones fundamentales, prometiéndome proporcionar muy pronto nuevas reflexiones sobre los defectos que están en la base de los análisis de la derecha fué radical de hoy, entre los que destaca en particular la sustitución de la calidad fundamental de su pasado, la síntesis, por su mono inverso, que es el razonamiento sumario de donde emergen casi todas las deformaciones actuales. En resumen, lo hacemos simple, ahora como entonces, pero ya no para resolver, sino solo para encontrar la excusa para no hacer nada.

Lo abordaré mejor, pero al concluir esta exploración a vuelo de pájaro, es necesario notar que de las desviaciones descritas incluso se ha derivado la adopción de la categoría de “Mal Absoluto”, lo cual es totalmente incompatible con la mentalidad indoeuropea y en particular con la fascista. Lo cual nos habla mucho sobre la devastación en curso en un área atomizada.

Pero todo esto se puede curar. Sin embargo, siempre se debe comenzar desde la causa primera.

Todo se cura pero siempre se debe comenzar desde los cimientos que me enseñan que mi enraizamiento nacional-revolucionario se centra en mi pueblo, en la creación de una patria como nunca se ha visto (Europa) y que mi proyecto es crearla o favorecer las posibilidades de hacerla autónoma y poderosa.

El resto se corrige desde allí porque el árbol está en el brote.

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