lunedì 16 Giugno 2025

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¿Cómo elegir uno?

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“¿Contra quién votas?” Así es como funcionan hoy las elecciones en casi todo el mundo. Si solo acudieran a votar quienes realmente apoyan a un partido o a una coalición, habría tan poca participación que bastaría con levantar la mano.

Como siempre hay alguien más odiado que el resto, se vota al otro. Y a veces incluso uno llega a convencerse de que es distinto, lo idealiza, lo maquilla.

“¿Contra qué contendiente vas?” Exactamente lo mismo sucede en el terreno del conflicto entre potencias: se llega al delirio con fantasías de alianzas imposibles entre distintos criminales y con esperanzas frenéticas de redención apocalíptica.

En un mundo de red social, es perfectamente comprensible detestar más a uno que al otro. Y no pretendo juzgar a quien no logra detestar a ambos. De hecho, esa es probablemente la postura más exigente, porque implica salir de la ficción que nos hace creer que participamos en la realidad, compartiendo y amplificando en redes cualquier “noticia” que refuerce el delirio que más nos agrada.

Estás en tu pleno derecho de pensar que solo uno merece tu desprecio. Pero no manipules la realidad hasta el punto de volverte LGBT y feminista por los ayatolás, o europeísta por Israel.

Israel no es un muro de contención contra la islamización; si acaso, es un factor que la agrava.

Irán, por su parte, es una potencia que, en casi medio siglo, ha cometido muchos atropellos contra las causas nacionales y sociales, incluida la causa palestina. Con la ayuda de israelíes y estadounidenses, contribuyó al derribo del Irak de Sadam. Desde hace tres años, suministra drones para bombardear una nación europea, respaldando una invasión acompañada de sustitución étnica. Y ahora amenaza a Armenia.

Ni siquiera entraré a discutir su fundamentalismo mojigato, sostenido en la SUMISIÓN, que representa exactamente lo opuesto a la ESPIRITUALIDAD INDOEUROPEA (recomiendo leer a Günther).

Desde una perspectiva materialista de las relaciones internacionales, y también desde la de los valores —o mejor dicho, de los principios—, no encuentro en ninguno de los dos bandos razón alguna para sentir simpatía.

En el plano emocional, si tu corazón no es tan amplio y tu mente no tan abierta como para despreciarlos a ambos, y desear que se anulen mutuamente por toda la eternidad, también te comprendo.

No estoy abogando por la neutralidad, sino por la hostilidad hacia ambos. No necesariamente equilibrada. Pero incluso cuando no lo sea, no debemos olvidar que el otro tampoco merece respeto alguno, y mucho menos simpatía.

Esto, claro está, si nuestra intención sigue siendo autocentrada y orientada a construir nuestro propio destino. Si, por el contrario, no podemos evitar participar en el juego de rol del Apocalipsis binario en internet para sentirnos parte de algo, entonces por supuesto: habrá que elegir desde qué lado vomitar.

Allá vosotros. Yo vomito desde los dos.

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