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Sólo existe la Tercera Posición

Sin síntesis el callejón es un callejón sin salida.

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Die feierliche Vereidigung der Reichswehr auf den neuen Reichspräsidenten Adolf Hitler! Die Mannschaften mit Trauerflor beim Ablegen des Eides auf den neuen Reichspräsidenten Adolf Hitler.

Se deben romper las barras de la prisión del dualismo, o de lo contrario uno está perdido. Esta es la grandeza, la centralidad, la síntesis, de la Tercera Posición. Fuera de esta lógica, uno está subyugado.
Todas las lógicas actuales, ya sean internacionales o internas, están distorsionadas y se ha asegurado que dos polos presumidos (progresista y reaccionario; occidentalista o tercermundista desgarrado; asistencialista o eficientista; laico o religioso) choquen en palabras, insultos y sabotajes mutuos, sin lograr ningún resultado notable. Así, en la ‘izquierda’, existen una serie de prejuicios, y en la ‘derecha’, hay otros. Excepto en personas capaces de llevar alguna síntesis, ambos bandos comparten dos características comunes: equivocarse al menos en un cincuenta por ciento de sus elecciones y raramente tener realmente razón en aquellas en las que no se equivocan.

En política exterior, con algunas excepciones, la derecha en Europa es totalmente servil y antinacional, a pesar de autodenominarse patriota o soberanista, de hecho, precisamente por esto. Mucho mejor son las izquierdas, o más bien, los centros izquierda. Sin embargo, solo en actitud, porque sus elecciones de una antigua matriz antimperialista son fundamentalmente globalistas y serviles hacia entidades supranacionales exaltadas como reguladores de ética y progreso. Así, tanto la derecha como la izquierda convergen en la aceptación sumisa de la servidumbre, con la excepción de algunas personalidades destacadas y, paradójicamente, de algunos intereses capitalistas que van a contracorriente.

En política interna, o más bien, en política societal, la izquierda tiende a ser repugnante, portadora de cada impulso para subvertir formas e identidades, y atacar a la naturaleza y al sentido común. Pero la derecha, que aquí tendría tendencialmente razón, no aporta ninguna propuesta o solución adecuada para la época y la sociedad. Insiste en imponer retornos al pasado, exaltando exageradamente algunos modelos bastante sofocantes y aburridos, sin siquiera plantearse el problema de cómo se podría hacer.

Estos son los dos extremos en los que, oponiéndose con errores alternos, quien no está equivocado demuestra nunca tener razón y prueba que, al elegir uno u otro, se equivoca en gran medida al menos en un plano. No fue así en el pasado. Las ‘revoluciones nacionales’ fueron lideradas por hombres que tenían un pasado de izquierda y que supieron ofrecer a la derecha un enfoque concreto y operativo. Entre los ‘valores’ de derecha y el vitalismo de izquierda, operaron mediación y síntesis. Y eso es lo que falta y debe hacerse. De lo contrario, Europa, y cada nación europea, estarán condenadas a presenciar el vaivén entre una izquierda y una derecha que acompañarán, con palabras y disputas vulgares, el inexorable avance de la servidumbre hacia el Caos dominante.

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