sabato 11 Ottobre 2025

We can woke it out

Aceptemos el reto en lugar de usarlo como coartada para desertar y no creer!

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Estamos muertos, ¡somos una sociedad a la deriva! Entre lo woke, el orgullo gay, el feminismo… ¡estamos acabados! ¡Cualquier otra cosa sería mejor!
¿Seguro que es realmente así?

Hace ya veinticuatro años anuncié que, en la disociación de los tejidos sociales, los lobbies minoritarios adquirirían influencia y que, entre ellos, aquellos que tenían una causa propia (LGBT, judíos, musulmanes, clero, logias, católico-comunistas) intentarían imponer su cultura desde arriba. Y puse como ejemplo específico a los militantes gays que apenas comenzaban su camino. Una suerte de gramscismo con metodología estalinista.

Encima y debajo de la mesa

El ministro craxiano De Michelis decía con agudeza que existe una realidad encima de la mesa y otra debajo, y que esta última suele ser la más importante.
La disociación también es política: minorías encerradas en un palacio, ya caducas, hablan sólo consigo mismas e imponen a todos su propio libro, sea cual sea. La el políticamente correcto que, a este ritmo, pronto se convertirá en la políticamente correcta.
Pero estos dogmas, apuntalados incluso por leyes cada vez más sectoriales y ridículas, ¿realmente calan?
No lo parece.

El woke

ha fracasado estrepitosamente, tanto que Disney, Netflix y todos los que lo habían cabalgado han dado marcha atrás por los fracasos en taquilla. Y las empresas estadounidenses han recortado los puestos reservados a sus políticas: el mercado no perdona, y el sentimiento general hacia lo woke ha quedado ampliamente claro.

En cuanto a la cultura gay

que para muchos se ha convertido incluso en una obsesión—quizás como demostración de una atracción transformada en repulsión—¿qué ha aportado a la sociedad europea? Sin duda muchísimo dentro de la dictadura liberal-comunista del “género”, que sin embargo aún está lejos de imponerse y que, aunque se apoya en los homosexuales, posee un carácter subversivo que viene de lejos.

En cuanto al impacto social, hablemos con cifras

Del 2016 (cuando se instituyeron) al 2023, en Italia se celebraron 21.336 uniones civiles. En los primeros ocho meses de 2024 se estimaron unas 2.960 uniones civiles, con una caída del 2,1% respecto al mismo período de 2023. Los matrimonios tradicionales, en ese mismo tiempo, fueron 1.317.092 (más las convivencias de hecho de parejas heterosexuales, calculadas en torno a 1.800.000).
En Francia, desde 1999 (cuando se instituyeron los PACS), ha habido un total de 204.061, que no son exclusivamente entre homosexuales, sino que también incluyen a parejas heterosexuales que obtuvieron los beneficios y derechos de la convivencia legalizada. En ese mismo tiempo, se celebraron 5.263.585 matrimonios.
Si no se hubieran legalizado las uniones civiles, las parejas homosexuales simplemente habrían convivido. En la práctica, no ha ocurrido nada.

Sea cual sea la opinión que se tenga de la cultura dominante de las burguesías que sobrevivieron a la ola pasada de derechos radical-chic, ésta es como el aceite sobre el agua: no se mezcla, y no hay razón para perder la cabeza, porque pronto desaparecerá. Dejando huellas, claro, pero no todas negativas, porque así ha ocurrido siempre en la historia y volverá a repetirse.
Si no existiera el verdadero gran problema de la baja natalidad y de la demografía, no habría motivo para el pesimismo respecto al futuro, porque la cultura dominante en Europa no puede dejar de cambiar, y ya se nota en sus contradicciones en la cima, comenzando por el belicismo del rearme.

El problema es que muchísimos miran sólo encima de la mesa

y se dejan atrapar por los eslóganes de comedias y falsas contraposiciones políticas o internacionales, porque creen que todo es tal como lo imaginan o temen.
Así, algunos han acabado oponiendo cualquier cosa a esta sociedad decadente. Sin conocer jamás aquello que le oponen.
Hablo de mafias, homicidios, suicidios, drogas, abortos, venta de hijos, falta de derechos sociales y legales. Y hasta, para quienes están obsesionados con el orgullo gay, de homosexualidad.
Nadie piensa que en los países donde es ilegal (el último, Burkina Faso) lo es porque se trata de una práctica muy extendida, ya que las leyes abordan cuestiones generales, no los pétalos de las margaritas.

¿Qué se enarbola entonces en oposición, no a las clases dirigentes europeas, sino a toda Europa, dada por perdida y sometida a lo que las minorías activas en la clase dirigente quisieran que se convirtiera (o mejor dicho, que se hubiera convertido, porque ahora las veo corriendo detrás de nosotros)?
Todo el llamado Anti-Occidente, que luego se confunde con los BRICS, que no lo son en su totalidad ni siquiera en su mayoría, salvo alguna frase para halagar a las masas.
Entre ellos hay, efectivamente, miembros que se contraponen al Norte. Pero no son demasiados, ya que los más serios quieren guiarlo y no derribarlo.

Estos antioccidentalistas frustrados

porque tienen las mismas referencias del American way of life pero desean un día “ganar un campeonato” también ellos, poseen condiciones sociales, culturales y existenciales claramente peores—mucho peores—que las nuestras. Incluyendo las costumbres, aunque escondan el polvo debajo de la mesa, a menudo sólo para complacer al Islam que tienen con fuerza en casa (basta pensar en las cifras de Moscú).

A fuerza de repetir que aquí todo está perdido y de confundir nuestras naciones con los ladridos impotentes de una clase dirigente en desuso, nos hemos cegado por completo. Hasta el punto de contraponer como modelos virtuosos auténticos carruajes que son cárceles al aire libre.
No hago la lista exhaustiva porque es enorme, pero valgan algunos ejemplos:

  • Rusia, donde—que lo sepan los antivacunas—las vacunas de ARNm son obligatorias desde hace meses, junto con leyes represivas ideológicas que condenan toda discriminación étnica, cualquier cuestionamiento de la causa judía y cualquier comentario histórico, incluso militar, considerado favorable al bando del Eje. Últimamente han entrado en vigor leyes como la prohibición de investigar en la web temas históricos “indeseables”, la obligación de introducir un mensajero espía en cada celular. Esta disposición ya había sido adoptada en su día, para teléfonos y ordenadores, por Clinton, pero fue prohibida por la Magistratura estadounidense. El gobierno ruso puede bloquear y confiscar cualquier cuenta bancaria sin aviso previo y con la prohibición al usuario de abrir otra. Para la compra de cualquier tarjeta SIM se debe dejar un registro en vídeo del comprador y se debe presentar el pasaporte, incluso para adquirir un encendedor.
  • China tiene los Lao-gai, campos de concentración donde los condenados a muerte son igualmente sometidos a trabajos forzados. La condena se ejecuta cuando algunos órganos del condenado, compatibles con el comprador o compradores, permiten que la extracción inmediata de sus órganos sea rentable. El sistema es mixto: muchos procedimientos médicos y quirúrgicos son de pago, porque el Estado cubre como máximo el 60% de los gastos. Como algunas operaciones, en particular las cardíacas, cuestan unos 30.000 euros, los ricos pueden permitírselas pero los pobres deben morir. Y existe la licencia por puntos, no la de conducir, sino la cívica. Según los puntos de obediencia acumulados, se tienen mayores o menores libertades de movimiento y de emigración.
  • Corea del Norte, donde no está permitido abandonar el propio municipio, ni siquiera para una simple excursión, sin el permiso del partido.
  • Irán, donde se ahorca por cualquier nimiedad y donde sin duda no existe dialéctica política, sin mencionar obviamente la cuestión femenina.
  • Venezuela, un régimen policial que ha logrado llevar prácticamente a la bancarrota a un país que flota sobre petróleo, haciendo huir en pocos años a siete millones de ciudadanos, ¡un cuarto de la población!

¿Es esta serie de horrores

lo que queremos contraponer, no a la cultura dominante de aquí, sino a toda nuestra sociedad y a nuestras conquistas pluricentenarias? ¿O queremos más bien pensar en rectificarnos nosotros mismos, dejando de enarbolar contra lo que consideramos un mal, cuando aquello que se presenta como alternativa es sin lugar a dudas infinitamente peor?
Si caemos en esta trampa, debemos ser conscientes de que es el único modo de regenerar lo woke, que se salvaría precisamente por la comparación con la supuesta alternativa. ¡Ténganlo en cuenta!
Si, en cambio, nos afianzamos como nacional-revolucionarios, con lo que está sucediendo, al estilo de los Beatles podemos decir sin duda: ¡we can woke it out!

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