Volvamos un momento a la guerra en Europa.
Ambos bandos están ansiosos por ver qué hará Trump, ya que no pueden sostener sus esfuerzos de manera indefinida. Los rusos, en particular, tienen el imperativo de aparentar una victoria antes de marzo para poder sentarse en la mesa de negociaciones sin hacer concesiones. Por ello, duplicarán sus esfuerzos bélicos y, más aún, cuadruplicarán sus campañas de guerra psicológica.
Nunca han temido realmente a los estadounidenses, sus socios de siempre, pero hay una gran diferencia entre tratar con una administración demócrata —siempre ligada a Yalta y a la complicidad de la Guerra Fría— y con una administración republicana, que suele concederles mucho menos.
Cabe destacar que durante la administración Trump, Rusia prácticamente dejó de amenazar a Ucrania. Sin embargo, la actual administración es distinta. No está claro si realmente puede considerarse republicana, y queda por ver cómo actuará. En siete meses, los rusos han avanzado apenas trece kilómetros y unos metros en un frente estrecho en el Donbás.
Las guerras no se ganan ni se pierden necesariamente por el terreno conquistado.
Basta con pensar en los colapsos, primero de Rusia y luego de las Potencias Centrales, en 1917 y 1918. Esta guerra se libra, por ambas partes, a través del desgaste material y moral del enemigo.
El viceprimer ministro ruso Mantúrov denunció hace dos meses una situación problemática. A pesar de haber contratado a 600.000 trabajadores en el sector militar-industrial, estima que serán necesarios tres o cuatro años para reconstruir las reservas destruidas por los ucranianos, quienes continúan infligiendo daños. Los rusos hacen lo mismo, pero los ucranianos y europeos reconstruyen más rápido.
El avance ucraniano en Rusia, en la región de Járkov, no tenía como objetivo la conquista territorial, sino logros psicológicos y tácticos. Los soldados de Kiev lograron poner bajo su control las rutas de abastecimiento para las tropas en el Donbás, obligando a Moscú a tomar rutas más largas y complicadas, lo que prolonga significativamente los tiempos de entrega.
Moscú y Kiev compiten en la destrucción de infraestructuras, pero en este terreno Rusia es más débil, ya que es menos eficiente en la reconstrucción.
Colapsos
Lo que podría causar el colapso de Ucrania, en caso de ocurrir, sería la falta de hombres para enviar al frente, en comparación con Rusia. Sin embargo, la logística rusa es desastrosa y, según algunos analistas militares, las sanciones les habrían privado de componentes esenciales para el buen funcionamiento de su artillería —su arma más poderosa—, que podría ver reducida su volumen y precisión en siete u ocho meses.
En cualquier caso, pocos observadores creen que Kiev o Moscú puedan continuar la guerra más allá del otoño de 2025. Esto recuerda la predicción británica tras la invasión rusa: la guerra durará tres años. Queda por ver cómo terminará: si con el colapso total de uno de los dos enemigos —y determinar cuál es más probable que colapse no puede ser más que un prejuicio basado en la ignorancia— o con una partición.
La propaganda de guerra se aleja cada vez más del conflicto en sí.
Entre lo que no sabe, lo que no comprende y lo que calla, siempre resulta engañosa.
En el decimocuarto mes de la campaña de limpieza étnica de Netanyahu, el martes pasado se anunció un “alto el fuego entre Israel y Hezbollah”. Este alto el fuego incluye el compromiso de Tel Aviv de retirar sus tropas del sur del Líbano en un plazo de dos meses e impide de facto la anexión de Cisjordania. Para Tel Aviv, esto supone un revés.
Los medios no han seguido de cerca la campaña militar, que, sobre el terreno, frente a fuerzas organizadas, ha visto una vez más a los israelíes perder el enfrentamiento. No sabemos si la propaganda adversa, que habla de la destrucción de 60 tanques, puede tomarse en serio. Pero incluso reduciendo considerablemente esta cifra, el mensaje es claro.
Los israelíes destacan en áreas como la tecnología satelital o la inteligencia (así que no nos engañen sobre el 7 de octubre de 2023), pero nunca han sido los mejores en combates en campo abierto.
La moraleja de la historia:
No se puede confiar en la información de los medios que presentan como invencibles a quienes no lo son. Ya sea Israel o Rusia, eso es irrelevante. Estos simplificadores superficiales, que no saben nada sobre armamentos ni estrategias y que se inclinan ante los gigantes, ignoran siempre el factor humano, que es especialmente importante en estos contextos, como han demostrado los ucranianos y los libaneses.