Solo los estúpidos nunca se contradicen, sostenía Platón. Pero ahora parece que nos hemos vuelto inteligentísimos…
Hoy tenemos un ejemplo claro que, en principio, no debería dividirnos en bandos, como ocurre con Rusia después de un par de décadas de propaganda del Kremlin, repetida de manera acrítica y fanática por los desorientados de aquí.
En principio, en este otro escenario, todos deberíamos estar de acuerdo, y sin embargo…
El ejemplo más claro lo encontramos en lo que sucede en Israel y sus alrededores.
Nos quejamos de los israelíes porque disparan contra nuestras tropas de la Unifil. Y, sin embargo, somos “antiglobalistas”. La ONU fue creada por los “Aliados” – contra nosotros – durante la guerra. De la ONU nacen y se articulan las estructuras que han impulsado a las multinacionales, las migraciones e incluso el “woke”.
Israel masacra a los árabes y se le oponen Hamás, la Yihad Islámica y Teherán. Sin embargo, la “area” es antiinmigración y habla constantemente de la amenaza islámica. Por lo tanto, quienes no consideran a Israel como el “mal menor”, como algunos lo hacen con Rusia, se identifican allá con los que perturban sus sueños aquí. ¿Estamos confundidos?
La pregunta es: ¿tenemos que ser necesariamente esquizofrénicos tratando de unir lo imposible, o, alternativamente, hacer una elección por el supuesto enemigo de nuestro enemigo? ¿No podemos simplemente ser lúcidos y claros en nuestra posición sin ser hinchas de alguien más?
¿Podemos estar del lado de los soldados italianos atacados por los israelíes porque son italianos, sin por ello apoyar a la ONU? ¿Podemos apoyar a las poblaciones masacradas por los poderosos sin por ello respaldar a las formaciones partisanas y yihadistas que pretenden representarlas? ¿Y podemos despreciar en particular a los falsos amigos de esas poblaciones que colaboran con quienes las oprimen?
¿Podemos afirmar principios, valores, elecciones, sin quedar atrapados en los esquemas de las hinchadas que, como en los game books que estuvieron tan de moda hace unas décadas, nos imponen caminos divergentes que conducen inevitablemente, por la estructura entrelazada de las tramas, al mismo final sistémico? Israel, Hamás, Rusia, OTAN, etc., siempre nos llevan a la misma unidad criminal sistémica.
¿Podemos ser nosotros mismos y estar del lado de la civilización, la justicia y la caballerosidad, sin dejarnos contaminar por quienes ocupan el terreno y usurpan las causas que dicen defender?