lunedì 2 Dicembre 2024

¿Quién teme a la guerra mundial?

Sin embargo, alguien no puede sentirse tranquilo

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Estados Unidos ha autorizado, por primera vez, a Ucrania a usar misiles estadounidenses de largo alcance para defender a sus tropas en la región rusa de Kursk, ocupada por fuerzas que, desde el pasado agosto, han puesto en crisis psicológica y táctica el dispositivo militar de Moscú.

Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, respondió afirmando que esto equivaldría a una guerra con la OTAN, mientras que Vladímir Dzhabarov, diputado de la Duma, declaró que era “un paso muy importante hacia la Tercera Guerra Mundial”.

En Europa, reina la inquietud, alternándose entre la preparación para escenarios de guerra y los cobardes llamados a la paz.

Hace ya dos años que el Kremlin amenaza con el apocalipsis nuclear, una amenaza mucho menos frecuente en la época en la que Rusia era una verdadera potencia, lo que demuestra que en Moscú se sienten frágiles y débiles.

¿Debemos preocuparnos entonces? Obviamente, puedo equivocarme, pero diría que no.

Una escalada psicológica y programada

Esta escalada me parece psicológica y parte del juego para resolver el conflicto ucraniano que, recordémoslo siempre, fue provocado por la invasión rusa en un momento de gran desescalada en el Donbás y cuando las dos principales naciones europeas estaban gobernadas por gobiernos abiertamente prorrusos.
Esto ocurrió justo después del acuerdo entre Europa y Kiev para el uso de minerales raros del Donbás en nuestra industria civil y militar, lo cual inquietaba a los estadounidenses.

Rusia, sean cuales sean sus razones “subjetivas”, al invadir Ucrania, eligió por tercera vez consecutiva (tras Libia y el Sahel) atacar nuestros intereses y favorecer los de Estados Unidos.

Desde entonces, se ha planteado un escenario de Yalta 2.0, aunque de segunda categoría (limitado al cuadrante de contención europeo): con mecanismos similares a los de entonces, el objetivo es mantener a Europa bajo presión y, probablemente, dividir Ucrania.

El factor Trump

La elección de Trump, que prometió que pondría fin a la guerra, ahora exige reposicionamientos.

¿Pero cómo terminarla? Inmediatamente después de su elección, dejó claro que no podría obligar a Kiev a hacer concesiones si Moscú no hacía lo mismo. Sin embargo, después de más de dos años de un conflicto sangriento que solo ha beneficiado a Estados Unidos, ¿cómo se puede aceptar abandonar parte del territorio capturado, más aún si se cometió el error de “anexarlo” oficialmente?

Moscú debe esperar un colapso militar ucraniano antes del verano, ya que varios indicadores logísticos le hacen temer su propio colapso dentro de un año.

Estados Unidos quiere una Ucrania dividida y una Rusia amenazante, porque esta siempre ha sido su perro guardián contra nosotros. Sin embargo, también necesitan salvar las apariencias evitando una victoria militar decisiva de Rusia, que sería el segundo peor escenario para Washington. El primero sería una nueva implosión de Moscú, como ocurrió en 1991, lo que entonces puso a los estadounidenses en aprietos y los obligó a diseñar estrategias complejas en todo el mundo para llenar el vacío creado.

Para presionar a las partes a negociar, ¿qué mejor que la “víspera de una guerra nuclear”, como ocurrió durante la crisis de los misiles en Cuba hace 62 años? De ahí las amenazas balísticas mutuas.

Si esto permite llevar a las partes a la mesa de negociaciones, queda por determinar qué cederán los rusos y, sobre todo, quién lo hará en su nombre.

Putin no puede conceder nada porque eso lo condenaría.

Putin debe dormir inquieto


Es por eso que, dado que en la cúpula del poder ruso ha habido constantes luchas internas desde el inicio de la guerra, es probable que en Moscú se empiece a contemplar la posibilidad de eliminar al gran mediador de las mafias domésticas que, desde hace 25 años, controla el poder a pesar de gobiernos y orientaciones muy diferentes.
Incluso los padrinos a veces corren riesgos.
Si yo fuera él, no estaría tranquilo.

Para que quede claro: no estoy deseando que maten a Putin, simplemente estoy considerando lo que podría ser la gran solución formal para la consolidación “pacífica” de Yalta 2.0.
Una solución que, si se da, será completamente rusa y seguirá los métodos habituales en esos lugares.


De cualquier manera, con o sin Putin, para nosotros no cambia absolutamente nada: no es un deseo, sino una conjetura racional.

En cualquier caso, seguiremos atrapados en una pinza entre el Este y el Oeste.

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